Una pastilla para enamorarse.
En menos de una década podría estar disponible en el mercado una pastilla para enamorarse, destinada a tratar relaciones de pareja en problemas o corazones rotos. Es lo que afirma Anna Machin, doctora en antropología evolutiva y autora del libro ¿Por qué amamos?, donde resume sus estudios sobre el amor de los últimos veinte años.
Como científica de la universidad de Oxford está familiarizada con la investigación que reveló, hace más de diez años, las sustancias implicadas en el enamoramiento humano. Una serie de neuroquímicos que provocan esas relaciones afectivas y sentimientos que denominamos amar:
1.- Feromonas -hacen atractiva y deseable a la pareja-
2.- Oxitocina y vasopresina -presentes en las primeras etapas del enamoramiento natural-.
3.- Testosterona -en ambos sexos aumenta el deseo sexual-.
4.- CRH -una hormona que crea miedo a ser separado de tu pareja-.
Faltaría un componente más para hacernos sociables, para lo que se propuso la metanfetamina, esa droga de los cárteles mexicanos y de Breaking Bad. Hoy, debido a los estudios que se están realizando con psilocibina, la sustancia procedente de los hongos alucinógenos, también se propone que sea este el quinto componente. Si bien los indicios de que podría servir para tratar el estrés postraumático y cuadros de depresión persistentes no están del todo probados, y tampoco se está seguro de si su efecto alucinógeno predispondría a amar a una persona sin ese cuadro clínico.
¿El amor es solo química y reacción corporal?
Una vez se desencadena sí, como han demostrado los neurocientíficos. Que además afirman que su origen no solo está en la química que podemos sentir cerca de otras personas, sino que tiene mucho que ver con los estímulos culturales. Nuestro canon de belleza, de atractivo, nuestras preferencias personales, la idea preconcebida de cómo tiene que ser nuestra pareja, etc. Si todo encaja, podemos tener una relación y ver cómo surge el amor. O tomar juntos la pastilla y ver si luego el efecto se mantiene sin ella.
Porqué no hay ninguna empresa trabajando en esto.
En estos momentos ni una sola de las start ups dedicadas a la farmaceútica sugiere focalizar sus esfuerzos en crear una droga, que teóricamente puede fabricarse, destinada a mejorar relaciones de pareja. Pero por mero sentido común si pensamos en la cantidad de terapeutas de pareja que existen solo en Estados Unidos la prescripción facultativa de esa píldora sería un gran negocio.
El problema de la personalización.
Carecemos de la investigación necesaria para dar el segundo paso. Porque resulta que la pastilla no haría el mismo efecto en todo el mundo, a diferencia de lo que sí consigue un analgésico. La química cerebral implicada en todos los procesos de nuestra vida que no son el amor interferirá con los efectos de la pastilla. El maltratador celoso puede empeorar su conducta y quizá elevar la agresión hasta el homicidio. El depresivo tendrá momentos de euforia tras los cuales se agravará su cuadro depresivo. No son obstáculos insalvables, pero hay que invertir.
El riesgo de la mala reputación.
Quién demandaría la pastilla. ¿Parejas que ya no sienten la atracción inicial? ¿Las que piensan en el divorcio? ¿Quienes están superando una ruptura? O esos hombres de cuarenta y cincuenta años que se casan con niñas de doce en países donde la ley lo permite y sus padres acuerdan el matrimonio. No es difícil imaginar qué ocurriría si se descubriera de pronto que la multinacional que cotiza al alza en bolsa por estar impidiendo divorcios en todo el planeta vende su fármaco para este fin en los países donde se produce ese fenómeno.
Un ejemplo de fármacos que ya se usan.
No están diseñados para esto, pero los judíos ortodoxos emplean unos antidepresivos que reducen la líbido para cumplir sus preceptos religiosos. Dirigidos a hombres casados, son la Paroxetina, la Fluoxetina, o la Sertralina, nombres genéricos de algunos de estos medicamentos que hacen recaptación de la serotonina. O lo que es lo mismo, impiden sentir dicho en bruto. Aunque es cierto que además del deseo sexual rebajan la empatía y afinidad con tu pareja.
Y el problema añadido de la evolución de nuestra especie.
Una de las cosas que explica Anna Machin en su libro es que la Naturaleza no inventó el amor para que viviéramos felizmente en pareja. En realidad los procesos del enamoramiento fueron diseñados para que los padres se mantuvieran apegados a sus hijos. Dado que somos el mamífero cuyas crías más tardan en alcanzar la etapa adulta, y más atención requieren hasta ese momento. El proceso de selección natural reforzó esta conducta, impulsó la química cerebral, y además lo incorporó a la búsqueda activa de pareja. Pero introdujo un factor adicional, lo que nosotros llamamos engañarte con otro u otra.
La naturaleza nos ha diseñado para que produzcamos más feromonas, oxitocina, vasopresina, testosterona y CRH (los componentes de la píldora del amor) cuando tenemos sexo con una pareja que no es la nuestra. El sexo infiel libera mucho más placer que el que mantenemos con el o la de siempre, porque así fuimos diseñados. Y naturalmente como somos un ser cultural además de biológico podemos eludir ese impulso y permanecer voluntariamente fieles. La naturaleza no nos diseñó para eso, pero si algo nos caracteriza es haber tomado las riendas de nuestro entorno social, evolutivo y ambiental.
En cuanto a la pastilla del amor, lo único que podemos afirmar hoy es que es técnicamente posible hacerla, pero que nadie se ha puesto a ello. Todavía.