Los magnates de Silicon Valley sueñan con ovejas eléctricas. (I, Mark Zuckenberg).
Los libros de ciencia ficción en que se han inspirado para crear sus empresas y productos.
Parafraseo la novela de Philip K. Dick que dio origen a la película Blade Runner para subrayar cómo los creadores de Amazon, Meta, Tesla y otras grandes tecnológicas han recurrido a la ciencia ficción para crear sus imperios. No es una exageración, ni una broma, realmente se creen capaces de trasladar a la realidad lo que fue concebido como pura ficción especulativa en las novelas. Cada uno tiene sus favoritas, y este artículo es la primera entrega de las que han influido a Bill Gates, Elon Musk, Jeff Bezzos o este del que me ocuparé hoy, Mark Zuckerberg.
¿Visionarios, soberbios, o estúpidos? Son los tres juicios que hoy alternan sobre los magnates de Silicon Valley, ganando adeptos y detractores a medida que hacen donaciones a Donald Trump o se hacen eco de sus consignas. Pero apartemos eso a un lado un momento para recordar que el haber fantaseado con mejoras siempre ha sido el motor del progreso humano. Gracias a lo que en principio no era más que un sueño utópico, cultivar la tierra o criar animales, acabamos saliendo de las cuevas, y mucho más tarde cumplimos otro sueño aparentemente imposible, pisar la Luna. Pese a todas las amenazas que se ciernen en el horizonte, vivimos mejor gracias a los sueños de personas que se atreven a decir que lo imposible no existe. Ahora bien, cuando se trata de poner el límite entre lo posible y lo fantástico, ¿no resulta exagerado decir que la ciencia ficción sirve de guía a los desarrollos empresariales?
Según el creador de este género, Julio Verne, no. El escritor vivió en una época de maravillas tecnológicas análoga a la nuestra, y en su muy poco conocido artículo El fin de las guerras navales nos dejó explicado que el libro es un paso preliminar hacia la creación de la máquina real. De algún modo, los billonarios tecnológicos han aplicado este principio a rajatabla. Según Verne, la calidad literaria no importa tanto como la calidad de la invención. La novela es un manual de inspiración para que otros plasmen en metal (es el término que él emplea) sus ideas. Coloca por tanto al escritor como un motor de impulso, y al ingeniero como realizador.
Verne es más interesante de lo que parece, porque sus ideas más innovadoras se esconden detrás de lo más evidente de sus libros. Por ejemplo es común citar que imaginó el submarino antes de que existiera, pero lo hizo además concibiéndolo como un vehículo eléctrico, movido por baterías eléctricas de mercurio-sodio. En su novela 20.000 leguas de viaje submarino, alimentado por baterías creadas a partir de elementos químicos obtenidos del mar.
Un ingeniero no demasiado conocido por el gran público, Igor Sikorski, manifestó que había copiado el diseño de su helicóptero de una novela de Julio Verne. Sikosrki no fue el inventor del helicóptero, por supuesto, pero sí el primero que ideó el modo de fabricarlos en serie y, por tanto, los convirtió en un medio de transporte aéreo útil y válido. Sin este ingeniero hoy el helicóptero no sería tan ubicuo como los aviones o los barcos, ni tendría un papel tan importante en rescates o incendios. El ejemplo de Sikorski evidencia cómo el escritor francés fue capaz de ejercer una inmensa influencia en los hombres y mujeres de su tiempo. Cuando algunos de ellos se convirtieron en ingenieros, quisieron hacer realidad los sueños tecnológicos de las novelas de su infancia y adolescencia.
Ahora demos un salto en el tiempo hasta la juventud de Musk, Zuckenberg, Gates, Bezzos, etcétera. Aunque no todos tienen la misma edad, sí han recibido la misma influencia, la de la Edad de Oro de la Ciencia Ficción. El intervalo de producción de los libros, películas y series de este género oscila entre la década de 1950 y la de 1980, con un efecto acumulativo, pues algunas obras de los cincuenta y posteriores seguían leyéndose con gran interés en los noventa. Incluso están convirtiéndose en películas y series de plataforma hoy en día, como la saga Fundación de Isaac Asimov (sorprendentemente fiel al espíritu de la novela original). Los libros que citan los magnates pertenecen por lo general a esa edad de oro, y en este artículo, así como en los que seguirán, dedicado a cada uno de los oligarcas de la tecnología, analizaremos qué libro, o libros, han usado más como referente.
Comenzamos por Mark Zuckenberg, que ahora pide protagonismo frente a Musk con su pelo escarola y sus declaraciones a lo MAGA, como que las empresas necesitan más masculinidad y menos feminización, porque se están volviendo blandas y poco eficaces. Zuckenberg era el gran protagonista durante la pandemia de Covid y en su final, con mucha más atención mediática que Bezos o Musk, a quien podemos considerar competidores por el interés del público. Al fin y al cabo de sus declaraciones depende también la cotización de sus millonarias empresas, por lo que procuran meter el mayor ruido posible.
Y no hubo ruido mayor que el anuncio del Metaverso, un mundo digital alternativo construido sobre realidad virtual donde nos relacionaríamos como en el mundo real. Atrayente idea durante los confinamientos, porque rebajaba la tensión de verse impedido de hacer muchas cosas. Corrieron páginas y páginas de prensa, y se escribieron libros, además de organizarse conferencias mundiales de gurús, sobre cómo iba a cambiar el metaverso nuestra economía y sociedades. Quién se acuerda hoy de las parcelas que se compraron allí, en el metaverso, por 250.000 dólares.
El Metaverso, aparte de un proyecto aparentemente fallido, sirvió a Zuckenberg para cambiar el nombre de Facebook a Meta y tapar el escándalo de Cambridge Analytica, por el que una empresa espió y usó datos privados de usuarios de Facebook para facilitar propaganda dirigida que orientara la opinión pública, y el voto de los usuarios. Trump y el movimiento MAGA, y otros que le precedieron antes -Tea Party, QANON, evangelistas, supremacistas, etc.- nacieron y se difundieron gracias a Facebook. Aunque luego se apoyaran también en otras redes sociales. Pero esta, que fue la primera, dio origen a la sociedad polarizada de hoy, y al gran auge que han adquirido los grupos de extrema derecha. Su amenaza para las democracias no hubiera tenido la fuerza ni el protagonismo actual sin el invento de Mark Zuckenberg, y los que lo siguieron. Hoy puede sacar pecho del asunto, igual que los votantes de Trump han convertido las debilidades que les achacaban -estar menos formados intelectualmente, ser paletos, carecer de refinamiento, o creer tonterías como la Tierra plana- en una reivindicación orgullosa de lo que son. Pero en 2020 eso todavía podía hundir la reputación de una empresa, y Facebook procuró quitarse la mala prensa cambiando su nombre y su actividad, de red social a metaverso.
La palabra no la había inventado Zuckenberg, sino Neil Stephenson, escritor de cyberpunk y ciencia ficción apocalíptica, que la usó por primera vez en su novela Snow Crash, rompenieves. Para ser justos, desarrollaba ideas de William Gibson y de su obra Neuromante, donde aparecía la palabra matrix y cuyo protagonista es claramente el inspirador de la película del mismo nombre. Pero Zuckenberg nunca ha citado esas referencias, mientras que indicaba a cada nuevo ingeniero contratado en su empresa que tomara de referencia el libro de Stephenson para imagen del mundo que ellos debían construir.
¿Qué describe Snowcrash? Un Los Ángeles apocalíptico del que ha desaparecido el estado, una ciudad que solo está controlada por grandes empresas. Al no existir las estructuras de estado, el protagonista usa las criptomonedas para cobrar por sus servicios de hacker, emplea apps para comprar y recibir productos a domicilio, y teletrabaja conectándose a una máquina de realidad virtual avanzada. Todo esto, que podemos comprender con facilidad hoy resultaba absolutamente futurista en 1986, cuando la novela se publicó. Un año en que internet no tenía páginas web, no existían las compras online, ni las apps, y las cripto no se habían inventado aún.
La novela de Stephenson es bastante plana en cuanto al argumento, el protagonista no evoluciona demasiado, ni sigue un camino del héroe interesante, los acontecimientos son previsibles. Lo más espectacular que tiene es la descripción de ese mundo futuro y dominado por la tecnología, que es la base del género cyberpunk. Pero lo que le fascina a Zuckenberg no es eso, sino la no existencia del estado -tanto él como el resto de magnates siempre piden la intervención mínima y nula limitación a sus prácticas-. El magnate de Meta está muy enfadado con las regulaciones de la Unión Europa, y confía en que Trump ayude a que se levanten, para poder seguir extrayendo datos de los usuarios, estén en el lugar del mundo en que estén. Como ya ocurrió con Cambridge Analytica.
Otro aspecto interesante de Snow Crash es el hábitat de los dueños de las grandes corporaciones. Sus lugares de residencia son tan privilegiados, aislados, seguros y abundantes como debe serlo la mansión hawaiana de Zuckenberg. Un paraíso de ultrarricos que se benefician de la distopía pero que viven a salvo de ella. En eso, como iremos viendo, coinciden todos y cada uno de estos billonarios. No leen los libros de ciencia ficción como un horror a evitar, sino como un mundo del que ser líderes y mayores beneficiados. Una forma de leer estas novelas en las que quizá muchos de nosotros jamás hubiéramos reparado.
Buenísimo artículo 👌🏼