Las locas, loquísimas inversiones de la CIA.
Mamuts, ovnis, chips de grafeno, parece broma pero va muy en serio.
Mira atentamente a esta luz roja y sabrás todo acerca de las inversiones de la
Agencia Central de Inteligencia de EEUU.
Entendiendo a In Q Tel en dos párrafos.
La CIA mete pasta en esta empresa inversora para que localice desarrollos tecnológicos interesantes, y los financia a cambio de emplearlos luego para sus fines. Las inversiones son públicas y conocidas, si repasamos su cartera de inversiones encontramos campos tecnológicos de gran interés hoy día: computación cuántica, IA, o biotecnología. Y aquí empieza lo interesante: siempre sabemos en qué invierten, pero nunca desvelan a qué lo dedican.
El nombre de In Q Tel se le dió por Q, ese señor mayor que entrega geniales gadgets tecnológicos a James Bond pidiendo que por favor los devuelva íntegros. Inventos no tan increíbles, si consideramos que en 1975 salió a la luz la existencia de una pistola de balas de agua congelada, con veneno de pez globo. Fue usada por la agencia quince años antes, para sus asesinatos selectivos, porque la víctima solo sentía una sensación similar a la picadura de un insecto, y en la autopsia parecía haber muerto de forma natural, de un infarto. Bienvenidos a In Q Tel y a su asombroso circo de inversiones.
Señor Q, para mi siguiente misión quiero un mamut
La CIA ha decidido financiar a Colossal, donde también han metido pasta Paris Hilton o Peter Thiel (el socio y confundador de Elon Musk en Paypal). El objetivo de la empresa es desestinguir especies, empezando por el mamut. Van a editar el ADN del elefante asiático, la especie actual más próxima, potenciando las características primitivas hasta tener un elefante «desevolucionado» y en teoría parecido al mamut lanudo. Técnicamente no es descabellado, la técnica de edición genética CRISPR (descubierta y bautizada por el español Mojica) permite hacerlo. Y los últimos ejemplares de la edad del hielo aún vivían en Siberia cuando se estaban construyendo las pirámides, hace cuatro mil años, que en términos de evolución es un período corto.
Qué ha dicho la CIA: «si nos entregáis una herramienta de manipulación genética ya habrá valido toda la pasta que hemos metido en vosotros».
En los 70, como aparatos de escucha, la CIA empleó libélulas robóticas teledirigidas, y hay misiones históricas con ratas y palomas. Crear sus propios animales editados para fines de espionaje no sería descabellado. Colossal tiene una aplicación de edición genética a microorganismos, en teoría para abonar suelos sin fertilizantes, pero es inevitable que la idea de editar virus como arma química pase por la cabeza de alguien.
También queremos OVNIs.
En el Deep Space Center, el centro de seguimiento con antenas de tierra de las misiones NASA, su director me sopló que, efectivamente, la mayoría de OVNIs detectados fueron satélites espía secretos estadounidenses. De hecho nuestros ingenieros españoles tuvieron un curioso encuentro con un OVNI en los setenta. Hoy este espionaje es aún más relevante, por los nanosatélites, aparatos del tamaño de una caja de zapatos que pueden ponerse en órbita de forma económica. Y para la CIA es más barato aprovechar las iniciativas privadas de las empresas de nanosatélites que poner los suyos en órbita.
La inversión más relevante de In Q Tel en este aspecto es HawkEye 360, cuyos nanosatélites espían y mapean en estos momentos la mayoría de señales de radio terrestres. Mediante IA las asignan con sus usos (emisoras comerciales, comunicaciones marítimas, etc.) y localizan cualquier cosa fuera de rango, tipo tráfico de armas, narcotráfico y actividad militar de países extranjeros. No pueden controlar todo el planeta a la vez todavía, necesitarían llenar el espacio de cientos de miles de nanosatélites. No es descabellado si pensamos en un equivalente como Starlink. Especialmente porque el segundo gran inversor después de la CIA en In Q Tel es la NGA. Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial o CIA del espacio, para entendernos.
A la izquierda, imagen real del general B. Chance Saltzman, de la Space Force, división militar del ejército EEUU para la lucha en el espacio (NO es de la serie de Netflix) y a la derecha actores de la serie BattleStar Galactica. Derivadas de la colaboración público-privada.
Y microchips de grafeno.
En enero de este año la empresa Paragraf, que sale de la Universidad de Cambridge, ha sido comprada por el Tesoro de Reino Unido, y por la CIA. Gracias a su método de manipulación del grafeno han creado microchips que sustituyen al silicio como semiconductor, y tanto el laboratorio CERN como Rolls Royce los emplean ya comercialmente.
Los nuevos chips de grafeno gastan la mitad de energía para ir al doble de velocidad. Pero eso no es lo que interesa a la CIA. Unidos a un biosensor permiten cosas tan locas como pegártelo a la piel y saber en segundos si estás enfermo (Covid, Ébola, Tifus…) o has tomado drogas. Con un sensor electrónico, puedes ponerlo cerca de un ordenador o un teléfono móvil y determinar si se ha empleado para fines delictivos, o si contiene software útil para eso.
El algoritmo cuántico, con ordenadores convencionales.
Sandox AQ, inversión de In Q Tel, ya ha proporcionado estos algoritmos a instituciones privadas para encriptación de datos imposibles de romper. De momento no se han empleado, que sepamos, al contrario, para romper la seguridad de cualquier método de encriptación convencional. Pero es evidente la utilidad que supondría para la CIA, equivalente a las herramientas de la NSA que liberó Edward Snowden, demostrando que las usaban para espiar indiscriminadamente a cualquier ciudadano. Lo de identificarte si usabas en un correo electrónico las palabras bomba y atentado lo supimos por él.
Si le das a una agencia de espionaje una herramienta capaz de saltarse todos los métodos actuales de seguridad criptográfico (no cuánticos) podrá meterse en los sistemas de cualquier país o ciudadano. En tu teléfono, ordenador, en los servidores de una empresa o en los de la administración pública de un país.
Pero ¿todo esto lo tienen ya?
Difícil contestar. El mamut no existe pero ya puede hacerse, los nanosatélites ya funcionan, también los microchips de grafeno y los algoritmos cuánticos. Su aplicación por la CIA o por cualquier otra agencia de seguridad está bajo la legislación de secretos oficiales, así que solo podemos saber en qué invierten, pero no para qué lo emplean.
Si España tuviera una agencia de inteligencia invirtiendo, ¿la llamaríamos In Bacterio Tel?
El profesor Bacterio fue la creación de Franciso Ibáñez para la TIA, y sus delirantes gadgets en las tiras de cómic de Mortadelo y Filemón eran una genial interpretación sociológica: eso era a lo que los españoles creíamos poder aspirar en espionaje y desarrollo tecnológico. Hoy, como parte de la UE, estamos a años luz de esa visión, y el Centro Nacional de Inteligencia emplea tecnologías tan punteras como cualquier otro servicio de defensa nacional. Puede contratar a demanda a determinadas empresas, como hizo en 2015 y supimos gracias a una filtración del colectivo Xnet. Contrataron a la italiana Hacking Team, polémica por sus herramientas útiles para la vigilancia de ciudadanos directamente a través de su móvil o conexión de internet. Además están los concursos públicos y las licitaciones, pero no, no tenemos nada tan sugerente como la In Q Tel. Nuestras leyes, y el modo de contratar de la administración pública, no lo permiten.
Aquí Bacterio en con W de Wolframio, el cómic fandom homenaje a Ibáñez,
redactado por 50 aficionados y dibujado por uno de los negros del dibujante.
Nota final: Esto no para de crecer en visitas y suscriptores. Muchísimas gracias a todos por venir, leer y suscribiros, y hasta la próxima turra. Siempre en miércoles.