Uno de los grandes logros del comunismo fue la carrera espacial, con la que atemorizaron tanto a Estados Unidos que el primer hombre en la Luna acabó llevando una bandera estadounidense. Hoy fuera de Rusia y sus satélites pocos recuerdan la gran contribución soviética, que acabó en desastre, como todo el sistema comunista de la URSS, por su ineficiencia económica. Ahora, por primera vez, asistimos a la retirada parcial de EEUU de la carrera espacial, con un recorte tan grande a su agencia espacial que muchas de las misiones en marcha serán destruidas, y que dejan dos grandes ganadores, la empresa Space X de Elon Musk y China.
No veo a Dios por aquí, decía este cartel soviético de propaganda sobre su carrera espacial.
Un tercio de los empleados de la NASA serán despedidos, y la división científica se recorta un 47%, lo que implica la cancelación de un número importante de misiones. El telescopio Chandra de rayos X será apagado; el planeta Venus ya no será estudiado; no traerán de regreso las muestras recolectadas en Marte; varias sondas orbitales que analizan el planeta rojo en órbita alrededor de él serán apagadas; y todos los estudios de la atmósfera, magnetosfera y otros aspectos del planeta Tierra también se cancelan. ¿Qué se queda? El programa Artemis, pero condicionado a cancelarse después de su fase III, es decir, con el aterrizaje en la Luna de astronautas. Recordemos que el objetivo de esta misión era establecer bases lunares en la cara oculta. Y algo no totalmente nuevo, pero potenciado hasta el extremo, llevar humanos a Marte con el nuevo programa M2M, Moon to Mars. Esto nos deja con un gran beneficiado económicamente, y otro geopolíticamente.
El económico es Elon Musk, su empresa SpaceX no es mencionada en el documento de recortes, pero él acaba de presentar un plan para enviar hasta 500 naves Starship desde 2026 a 2033, aludiendo a su ya conocida obsesión por ir a Marte. Si alguna vez le habéis visto con una camiseta negra donde pone Occupy Mars, es porque copia al movimiento Occupy Wall Street, que surgió como protesta por la crisis económica de 2008-2011 proponiendo ocupar la bolsa de Nueva York y acabar con los especuladores y el 1% más rico. Musk sueña con abandonar la Tierra y establecer un nuevo planeta sin política, leyes, ni administraciones públicas. Además de acaparar, de forma privada, la tajada de los lanzamientos de las misiones NASA, y en un futuro, construir su propia estación espacial privada, destruyendo la vieja EEI (Estación Espacial Internacional), que llegó, teóricamente, al final de su vida útil en 2024.
El tipo que ha creado SpaceX es tan rarito que a veces sus fotos reales parecen generadas por IA. La camiseta vale 35 dólares en la web de su empresa, y es que ocupar Marte no va a ser barato.
Pero si Musk es el beneficiado económicamente, en geopolítica el otro gran beneficiado es China. Su programa espacial es tan ambicioso como lo era el estadounidense, y si algo le ha servido para desarrollarlo es la Tiangong, estación espacial china, que de momento ha costado unos 9.000 millones de dólares, más los 400 millones anuales que cuesta mantenerla. Recordemos que la EEI es el objeto más caro construido por el hombre, 150.000 millones de dólares, y cito esa cifra porque el gran talón de Aquiles de las carreras espaciales es su coste, y su gran motor, la competencia. China ha sido aislada de la ciencia y desarrollos occidentales por una estrategia política de contención, pero eso no le está impidiendo ser puntera en ciencia y tecnología. Hoy la mayoría de papers científicos son chinos, y está por ver si los primeros en volver a poner el pie en la Luna son los estadounidenses con Artemis o los chinos con su Proyecto Chang'e (Chang'e es la diosa lunar china). En realidad ese logro no importa tanto como lo que seguía a ambas misiones, la estación lunar, y de momento China sigue adelante con su objetivo de construirla como parte del Chang’e, y hacerla tan internacional como la EEI.
China no va a apresurarse en cambiar sus objetivos espaciales por el recorte de la NASA, porque su carrera espacial la ayuda en el desarrollo científico, porque su presidente Xi Jinping tiene en ella uno de sus planes estrella, y porque aquel país hace planes quinquenales, algo muy comunista pero que funciona mejor en el medio y largo plazo que los bandazos de las democracias de Occidente que solo miran al corto plazo de su mandato. Esto no significa que yo defienda la autocracia china, pero sí creo que hay partes de las estrategias de país que deberían estar por encima de los cambios de partido en el gobierno. La carrera espacial no es solo algo ajeno a nosotros y sin mucho sentido práctico, sino lo que nos ha traído a la tierra los colchones de viscoelástica, los teléfonos móviles, los pañales, y un montón de cosas que nos hacen la vida más cómoda, plena y satisfactoria. Veremos si todo eso no empieza a ir a peor.
¿Ya has oído hablar de mi libro?
La carrera espacial me fascina desde pequeñito, igual que la ciencia ficción, porque se adelanta a los resultados de todo esto que acabo de explicarte. Como mirar al futuro. Y precisamente uno de los ejes centrales de Nuestro límite, las estrellas, mi nueva novela, es cómo la política puede truncar (o no) los sueños humanos más ambiciosos en el espacio. El próximo miércoles 11 de junio estoy en la Feria del Libro de Madrid, firmando ejemplares, en la caseta 416 de editores de Andalucía, y si te acercas por allí y me dices que lees este boletín te regalaré encantado un ejemplar de mi anterior novela, Colectivo Desobediencia y Verdad. (Si eres de los 10 primeros en llegar).